``El que no es dueño de
sí mismo está condenado a obedecer´´
Friedrich Nietzshe
El otro día leí un articulo muy interesante que os dejo por aqui.
Nos sometemos demasiado sumisamente a que nos digan qué
pensar y hacer. La verdad rebeldía pasa por asumir nuestra responsabilidad
personal y tomar la iniciativa.
A principio de los años sesenta, el psicólogo norteamericano
Stanley Milgram llevó a cabo una serie de experimentos con la finalidad de
poner a prueba la predisposición del ser humano a la hora de obedecer las
órdenes de una autoridad, aun cuando estar pudieran entrar en conflicto con su
conciencia personal. El equipo de Milgram puso una serie de anuncios en el
periódico en los que se reclamaba voluntarios para participar en un estudio
sobre la memoria y el aprendizaje en la universidad de yale. Se apuntaron 40
participantes de edades y estratos sociales diferentes.
Todos ellos ignoraban que iban a formar parte de un
experimento.
Este requería de tres personas: el director del estudio, el
alumno y el profesor. Los dos primeros eran actores compinchados con el equipo
de Milgram. El director del estudio (que lucía una bata blanca) comenzaba explicándoles
a los otros dos participantes que la función del ``profesor´´ consistía en
aplicar una descarga eléctrica al ``alumno´´ cada vez que fallara una pregunta.
Seguidamente simulaban un sorteo para repetir dicho roles, de manera que a la
persona que actuaba como ``cobaya del experimento´´ siempre le tocara el papel
del profesor.
A continuación, el director del estudio sentaba al actor que
interpretaba el rol de alumno en una especie de silla eléctrica, atándole para
``impedir movimientos excesivos´´. Se le colocaban unos electrodos en su cuerpo
con crea ``para evitar quemaduras´´, y se remarcaba que las descargas podían
llegar a ser ``extremadamente dolorosas´´. Mientras, el voluntario observaba la
escena con una mueca de desconcierto. Luego el director del estudio lo
acompañaba a la habitación contigua, separada por una fina pared. Si bien no
podían verse, alumno y profesor se escuchaban el uno al otro perfectamente.
Nada más empezar, los dos participantes recibían una
descarga real re 45 voltios con fin de que el cobaya que hacía de profesor
comprobara por sí mismo el tipo de dolor que iba a percibir el pupilo cada vez
que fallara una pregunta. Justo después, el investigador sentado justo al lado
del voluntario- le proporcionaba el material didáctico que debía emplear para
potenciarla la memoria y el aprendizaje del alumno. Se trata de un test con
respuestas múltiples. Si la contestación era errónea, el pupilo recibía del
profesor descarga de 15 voltios, lo cual iría aumentando en intensidad hasta
los 450 voltio. Si era correcta, pasaría a la siguiente pregunta.
En este experimento liderado por Stanley Milgram, el actor
que interpretaba el rol del alumno había sido previamente aleccionado por
simular dolor y sufrimiento. Sin embargo, el voluntario que hacía de profesor
estaba convencido de que iba a provocarle descargas eléctricas de verdad. Así,
a medida que las descargas aumentaban en intensidad, el pupilo empezaba a golpear
los puños contra la pared que le separaba del profesor. Al llegar a los 150
voltios, se quejaba de su condición de `` enfermo de corazón´´, y luego, al
superar los 270, casi agonizando, suplicaba entre sollozos el fin del
experimento.
A traspasar los 300 voltios, el alumno simulaba unas series
de espasmos, e incluso ciertos síntomas previos a sufrir una parada cardiaca.
Por lo general, cuando el cobaya que ejercía el rol de
profesor alcanzaba los 75 voltios, se ponían nerviosos ante que las quejas de
dolor de sus alumnos y deseaban parar el experimento.
Sin embargo, la férrea autoridad del investigador les hacia
continuar. Al superar los 130 voltios, muchos se detenían y preguntaban acerca
del propósito del experimento. Cierto número de voluntarios continuaban,
asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias.
En el caso de que el profesor expresara al investigador su
deseo de no continuar, este le contestaba imperativamente con algunas de estas
afirmaciones: ``continúe, por favor´´. ``el experimento requiere que usted
continúe´´. ``es absolutamente esencial que usted continúe´´. ``usted no tiene
opción ninguna; debe continuar´´. Si después de esta última frase el voluntario
se negaba a proceder, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de
que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.
Las conclusiones del equipo de Milgram fueron las
siguientes: todos los cobayas participaron en cierto punto y cuestionaron el
experimento. Sin embargo, ninguno de ellos se negó rotundamente a aplicar mas
descargas antes de alcanzar los 300voltios. Aunque muchos se sintieron
incómodos al hacerlo, 26 de los 40 voluntarios aplicaron la descarga máxima de
450 voltios…
``la obediencia consiste en vernos como instrumentos que
ejecutan la voluntad de otra persona o institución y, por lo tanto, no nos
consideramos responsables de nuestros actos´´
Ninguno de nosotros hemos elegido nuestro lugar de
nacimiento. Ni tampoco las oportunidades que nos ofreció nuestro entorno social
y familiar. Lo cierto es que no es fácil sobrevivir a 16 años de sistema
educativo. Hoy día, muy pocas personas conservan la intuición, la autenticidad
y la creatividad innata con la que nacieron. Sin embargo, al entrar en la edad
adulta somos libres para decidir nuestro propio camino en la vida.
Por más que a veces la presión de la sociedad pueda ser
asfixiante, nadie nos ha apuntado con una pistola a la hora de elegir nuestros
estudios, optar para un determinado empleo, solicitar una hipoteca, casarnos o
tener hijos. Y entonces ¿por qué en general somos tan obedientes? ¿Porque
hacemos lo que se supone que hemos de hacer, siguiendo al pie de la letra las
consignas que nos propone el sistema? La respuesta a estas incomodas preguntas
es que estamos demasiados acostumbrados a recibir órdenes. Primero, nuestros
padres en casa. Luego, de los maestros en la escuela. Más tarde, de los jefes e
el trabajo, y finalmente, de los políticos en la sociedad. Parece que siempre
son otros quienes señalan la dirección que han de tomar nuestras decisiones y
acciones. Tanto es así que en general no utilizamos nuestra iniciativa hasta
que alguien desde fuera nos dice que podemos hacerlo.
Mas alla de someternos sumisamente a la autoridad o de
combatirla con violencia, existe un punto intermedio cada vez mas adoptado por
un mayor número de ciudadanos: a ``desobediencia civil´´. Su definición
clásica, popularizada en 1849 por el filosofo HenryDavid Thoreau, alude al
``actor de no acatar una norma de la que se tiene obligación de cumplimiento´´.
Esto es precisamente lo que hicieron, de forma pacífica, los últimos tres
grandes líderes de la historia: Mahatma Gandhi(a favor de la independencia de
india de Gran Bretaña), Martin Luther King (en pro de los derechos civiles para
los afroamericanos en Estados Unidos) y Nelson Mandela, quien dedicó su vida
para abolir la segregación racial (apartheid) en Sudáfrica. ¿Y qué hay de
nosotros, los ciudadanos de a pie? Más allá de salir a la calle y protestar, el
mayor acto de desobediencia civil consiste, por un lado en tomar decisiones de nuestra vida
emocional. Para lograr, es esencial que nos emancipemos de las expectativas
inconscientes que nuestro entorno social tiene puestas sobre nosotros. Solo asi
podemos seguir la voz de nuestro corazón, convirtiéndonos en quienes estamos
destinados a ser.
También es fundamental que aprendamos a hacernos cargo de
nosotros mismos a nivel profesional, dejando de depender económicamente de las
instituciones establecidas. Madurar pasa por comprender que en realidad no
necesitamos de ninguna figura autoridad, pues en última instancia cada ser
humanos el principal autor de su propia vida. Por último, es imprescindible
recordarnos de tanto en tanto que la única persona a la que hemos de rendirle
cuentas es aquella a la que vemos cada mañana en el espejo.
Borja Villaseca
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